miércoles, 23 de noviembre de 2011

Curso de técnicas de evaluación de impacto

Hola a todos

Queremos aprovechar una breve entrada para promocionar un curso de evaluación de impacto que estaremos dictando en la Universidad Externado de Colombia (como un seminario opcional) durante el primer semestre de 2012. Éste se encuentra dirigido a estudiantes de economía y demás temas relacionados al diseño, implementación y evaluación de políticas públicas. Su objetivo es brindar al estudiante herramientas cuantitativas básicas para valorar un programa social en términos de los efectos reales que éste tiene sobre su población objetivo.

La idea es ofrecer un curso práctico, el cual recurra a la teoría solo con fines pedagógicos. Por ello, además de la presentación de los principales modelos de evaluación de impacto, la metodología se centra también en ejemplos, experiencias de evaluaciones y discusiones en torno a fortalezas y dificultades de las herramientas estudiadas.

Vale la pena mencionar que el conocimiento de estas técnicas no es solo una exigencia laboral que empieza a emerger hoy en Colombia (instancias como el DNP, el DANE y el cuerpo ministerial lo valoran cada vez más) sino que otorga al estudiante herramientas de reflexión sólidas para enfrentar de una manera estructurada (y basada en la evidencia) el debate del desarrollo económico y social del país (ver enlace a Poor Economics y conferencia de Esther Duflo).

Como abrebocas ponemos a su disposición una versión preliminar del programa. Los invitamos a inscribirse.

Saludos

Olga Romero
Economista y MA en Administración Pública

Juan David Parra
Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales y MA en Economía

lunes, 14 de noviembre de 2011

La Reforma a la Ley 30…. Todo depende

La propuesta de reforma a la ley 30 de 1992 ha propiciado quizás el hito social de la primera década del siglo XXI. La plaza de Bolívar atestada de estudiantes (ver) genera cierto sentimiento de nostalgia entre quienes presenciaron manifestaciones similares hace más de 40 años. Y es cierto; sea cual sea el trasfondo, y a pesar de los daños materiales causados por los protestantes (ver), es difícil negar la conmovedora imagen de miles de jóvenes que por unos días cambiaron Facebook, Yo Me Llamo y la cerveza para luchar por una causa mayor. Eso es democracia.


Entrando ya en su contenido, creo yo que la respuesta al debate depende del contexto dentro del cual sea librado. Y esto lo han comprendido bien algunos críticos de la reforma. El profesor Mario Hernández Álvarez, de la Universidad Nacional, lo ha expuesto claramente: debemos preguntarnos en qué tipo de sociedad queremos vivir (ver). La opción oscila entre la sociedad competitiva y aquella regida por los derechos. Y aun cuando creo que la diferencia entre ambos escenarios no es tan tajante ni excluyente, es una distinción interesante en torno a la cual centrar la discusión.


Iniciemos como es debido: leyendo la Ley y su propuesta de reforma, paso natural que seguramente muchos han omitido. Y concentrémonos en el aspecto de la financiación, punto, según mi parecer, que enmarca la globalidad de la controversia. La Ley 30 de 1992 señala:


Artículo 86: Las universidades estatales u oficiales recibirán anualmente aportes de los presupuestos nacional y de las entidades territoriales, que signifiquen siempre un incremento en pesos constantes, tomando como base los presupuestos de rentas y gastos, vigentes a partir de 1993.


Y la propuesta es:


A partir del año 2012 y hasta el 2014 la Nación asignará recursos adicionales al Ministerio de Educación Nacional para que sean distribuidos entre las Instituciones de Educación Superior públicas, según el grado de complejidad de las instituciones. Estos recursos estarán destinados a financiar:

a) La generación de nuevos cupos teniendo en cuenta el área del conocimiento, y el nivel y la metodología del programa respectivo, así como los programas de regionalización y presencia en zonas de frontera.

b) El reconocimiento de la productividad académica de los docentes.

c) La formación del recurso docente.

d) La promoción de la investigación y la innovación


En otras palabras, se presentan dos modelos antagónicos de financiación. El primero obedece a un esquema de subsidio no condicionado a la oferta de educación pública, óptica desde la cual la universidad tiene importancia por si misma y así su asignación presupuestal anual. La propuesta de reforma, por su parte, se centra en condicionar el presupuesto universitario a la demanda, visión que exige pensar en presupuestos y grados de importancia diferenciados según capacidades. La explicación de tal lógica se centra en el principio de competencia y sus virtudes para concentrar estudiantes (y presupuesto) en centros educativos más consolidados en cuanto a la calidad de su formación. Los críticos dudan de la deidad del mercado y, por el contrario, pronostican la agudización de brechas de educación.


Sin embargo, soy insistente en que los debates ideológicos deben alimentarse de hechos concretos, realidades observables y diagnósticos sociales solidos. Y por ende pongo sobre la mesa algunos elementos de reflexión que nos permiten focalizar mejor el debate. Por ejemplo, el hecho que en los últimos años los recursos a la educación público se hayan reducido sustancialmente (ver). Que a pesar de que existen críticas a la ineficiencia y la poca calidad de las universidades públicas (ver) no es muy claro que los centros privados les lleven algún tipo de ventaja (ver). Que el nivel de investigación en Colombia es irrisorio en comparación al de la región latinoamericana (ver). En cuanto a cuestiones más macro, que si bien es cierto que la competitividad (la cual tienen un nexo con la productividad) es importante para alcanzar metas económicas del país (ver), no puede perderse de horizonte el hecho que hoy nos encontremos dentro de las naciones más desiguales del planeta (ver).


Si bien ambas posturas guardan coherencia teórica, debemos preguntarnos en qué sociedad queremos vivir, sin por ello ignorar el condicionante que nos impone el pragmatismo: ¿en qué mundo vivimos? El reto es sopesar hasta que punto podemos fijar esquemas de vanguardia y hasta que otro podemos desconocer como país nuestra inevitable incursión en el mundo económico globalizado. Un mundo de derechos exige cobertura y acceso, mientras que un mundo de competencia se centra en la calidad. Y con ello no quiero desconocer que los derechos requieren calidad ni insinuar que la competencia deba ser excluyente. Solo creo que debemos reflexionarlo bastante, pues no es un tema irrelevante. Y por lo pronto aplaudo a los estudiantes pues a pesar de inconvenientes menores nos han puesto a todos a pensar (a diferencia de personajes siniestros como este).

domingo, 7 de agosto de 2011

La Ciencia del Desarrollo

Según Abhijit Banrjee y Esther Duflo, ambos del Instituto de Tecnología de Massachusets (MIT), la lucha contra la pobreza debe ser sistemática y evaluable, así como estar menos expuesta a sesgos ideológicos. Bajo tal consigna presentan su libro Poor Economics, el cual resume años de investigación en la medición del impacto de políticas contra la pobreza, en su mayoría en el mundo en desarrollo.


Ahora, es cierto que toda praxis tiene tras de ella una ideología. A fin de cuentas una teoría es el resultado de una doctrina ideológica; todo hallazgo científico tiene tras de si un supuesto de partida que proviene (en menor o mayor medida) de algún precepto moral en particular. Habría que aceptar, sin embargo, que algunas ideologías son más robustas que otras (frente a su consistencia científica), premisa sin cual nos hundiríamos en un debate circular que objetaría el desarrollo mismo de la ciencia.


Aclaro lo anterior, pues no se me ocurre una ideología más robusta que la estadística. Desde luego, no toda estadística está bien modelada (e incluso no manipulada). Sin embargo, los métodos de Abhijit y Duflo son de los más robustos del campo: las técnicas de evaluación de impacto requieren de pocos supuestos para encontrar relaciones causales entre variables. Bueno, puede ser un punto de vista, aunque tiene tras de si un sólido fundamento teórico.


Quisiera aprovechar dicho contexto para hacer algunas reflexiones sobre un tema relevante: la educación. Usando observaciones empíricas, los autores muestran conclusiones asombrosas, y en ocasiones poco intuitivas. Por ejemplo, lo que explica las abrumadoras diferencias en la calidad de la enseñanza de colegios públicos y privados en India o Ecuador es que en las instituciones oficiales los profesores pasan menos tiempo haciendo su labor (tienen menos incentivos para asistir al salón de clase). El elitismo también hace parte de los sistemas educativos en desarrollo: currículos distintos e incluso (sobre todo en India) un trato diferencial de profesores hacia alumnos ricos y pobres (lo cual trae como consecuencia que, anticipando tal fenómeno, los alumnos de menores recursos se desmotiven, estudien menos, aprendan menos y se agudicen las brechas).


Para el caso puntual de Colombia se presentan también algunos resultados interesantes. Uno bastante relevante proviene de evaluar iniciativas de subsidios condicionados para la educación básica en Bogotá, donde investigadores del Banco Mundial encuentran que en hogares que reciben dicho beneficio (por medio de una lotería) para solo uno de sus miembros (habiendo dos o más posibles beneficiarios), el (o los) no beneficiado(s) tienen menos probabilidad de entrar a un colegio que niño(a)s de hogares (de características sociales similares) no receptores del auxilio estatal. En otras palabras, dar plata a una familia de escasos recursos no garantiza un impacto positivo sobre su demanda por escolaridad.


El capítulo concluye con la necesidad de cambiar las recetas de política. Los autores señalan que algunas estrategias de bajo costo, como por ejemplo informar a los padres que si envían a sus hijos al colegio cada año de educación podría representarles (en promedio) un aumento salarial esperado del 100% (basado en los salarios recibidos de quienes si asistieron al salón de clase), son considerablemente más eficaces que invertir en subsidios escolares. Ahora, no quisiera ser demasiado optimista. Pero me mantengo en mi postura inicial; sería necesario que alguien utilizara rigurosidad académica (y no ideología empíricamente poco fundamentada) para objetar tales resultados. Todo es en beneficio del avance de la ciencia, pero, sobre todo, de los más necesitados.


Termino citando el extracto de una crítica a un libro diferente, pero cuyo sentido reitera la importancia del debate científico:


Los no economistas se sorprenderán, y los economistas que defiendan los conceptos tradicionales de la economía encontrarán sosiego. Y tengo la impresión de que este libro también podría servir a aquellos académicos que objetan la “economía vulgar” y derivan sus ideas únicamente de renombrados economistas clásicos pretendidamente impolutos. A ellos, esta obra les da la posibilidad de encarar un desafío: tomar alguna de (sus) proposiciones (…) y procurar refutarla. Si no lo logran, conviene relajarse y disfrutar de haber encontrado una explicación interesante, aunque provenga de una ideología diferente. Y si lo logran, lo mejor es hacerlo saber, porque es así como avanza la ciencia.

Pablo J. Mira, Revista de Economía Institucional, Vol. 12, Número 23, 2010

viernes, 27 de mayo de 2011

“Racionales” pero Mezquinos

El Teorema del Votante Mediano es una de las herramientas de análisis básicas de la Teoría de la Elección Pública. Una de sus predicciones es que en regímenes bipartidistas de votación los políticos tienden a situarse en puntos similares del espectro electoral: la preferencia del votante de toda la mitad (es decir, tienden a parecerse mucho). Al repasar una simple ilustración numérica la conclusión se vuelve apremiante; ésta es una conducta racional, en tanto no hacerlo implicaría perder la elección. A fin de cuentas, la racionalidad del político es maximizar su probabilidad de ganar una contienda electoral.

Esta puede ser una forma de comprender la aceptación de los agasajos del uribismo por parte de Enrique Peñalosa, e incluso de Lucho Garzón: el “cálculo” racional (aunque no tengamos un régimen bipartidista, la última campaña presidencial podría anunciar un oligopolio de las votaciones nacionales en dos partidos: La U y el Partido Verde). En medio de una sociedad con claras preferencias pro-uribistas, lo sensato parecería no darle la espalda a esa gran mayoría. Algunos dicen que de nada valen las buenas intenciones sino se cuenta con el poder de ejecutarlas y bajo tal consigna aplauden la coalición. Son todos unos mezquinos.

Tras una entrevista que concedieron Sergio Fajardo y Antanas Mockus a Caracol Radio (oír) muchas cosas quedaron claras. El primero está cansado del desgaste del Partido Verde en lo que considera un tema exclusivamente bogotano. El segundo, por su parte, expresa la gran inconveniencia para la colectividad de no dar a tal debate la trascendencia pertinente: están en riesgo los estamentos fundacionales del movimiento que, así hubiese sido por un instante, trajo consigo un mensaje de renovación, progresista.

Ahora, ingenuos también seríamos si pensáramos que Antanas Mockus no tenga intenciones o “celos” electorales. Es normal; él se transformó en político y el político busca ser elegido. En todo caso, su discurso de disidencia es mucho más coherente que el de sus copartidarios mezquinos (de los cuales, valga la aclaración, no incluyo a Fajardo). Puede que el ex alcalde de Medellín tenga razón: no todos los uribistas son corruptos. Pero sí se debe tener cierta flexibilidad moral para autodenominarse defensores de las ideas (y/o medios) del uribismo, las cuales, no solo por obra de la semántica de sus opositores, sino incluso por jurisprudencia de diferentes entes judiciales, tienen en la cárcel a varios de sus ejecutores. Unirse a un movimiento de tal precedencia puede no implicar (al menos de entrada) ilegalidad. Pero definitivamente viola principios verdes.

Y por ello me gustaría transmitir algunos mensajes. A Mockus, que apoyo plenamente su posición. El fin no justifica los medios. A Fajardo, que aplaudo su ímpetu por seguir trabajando. Pero aconsejo que tenga cuidado. O que le pregunte a muchos de los ex funcionarios del gobierno que hoy están en la cárcel por haber tenido buenas intenciones (desconociendo el panorama macro de sus acciones); es muy importante tener claros los principios doctrinales. A los de la U, que se escuden más en la Unidad y menos en el Uribismo. Por estos días éste segundo trae cierta deshonra. Y a los mezquinos, que ser verdes puede ser también racional: en tiempos de escándalos el acercarse al uribismo solo les roba votos de su base electoral.

sábado, 7 de mayo de 2011

De la Vanidad a la Codicia

Friedrich Nietzsche afirmó que “la vanidad es la ciega propensión a considerarse como individuo no siéndolo”. Interpreto que el individuo extremadamente vanidoso deja pasar por alto el origen de su codicioso pecado: lograr jugar un papel social. Si se cumple la premisa aristotélica, según la cual el hombre es político (social) por naturaleza, habría que conceder a los marxistas la pertinencia de su fundamento doctrinal; nuestra individualidad se condiciona a nuestra interacción con los demás. En dado caso, se gesta una gran paradoja cuando el exceso de vanidad termina con el aislamiento social.


Y es que poco sentido tiene poseer riqueza sin ser reconocido por la misma. Me costaría trabajo pensar que gastar miles de dólares en un carro deportivo o pasar decenas de horas a la semana en un gimnasio carezca de una motivación emocional relacionada (al menos en parte) a ansiedades tan humanas como conseguir una pareja sexual. A fin de cuentas, para transportarnos no necesitamos gastar tanto dinero y para mantenernos sanos basta mezclar unos 30 minutos diarios de ejercicio cardiovascular con una alimentación balanceada.


Mi reflexión no se dirige a seres perfectos, sino a humanos comedidos y se inspira en una película que vi hace unos días: Inside Job (ver). En ésta el director ejercita su habilidad policiaca para develar un escándalo que a mi juicio queda bastante bien identificado: una alianza entre Wall Street, banqueros, políticos y académicos motivada en la codicia por implantar un sistema de rentabilidades exponenciales (para unos pocos) que traería como consecuencia una crisis económica sin precedentes en la historia. Por un momento quede desmotivado al ver a Harvard, Columbia o UCLA implicadas, instituciones que tienen como fin fabricar la moral pública. Luego pensé en Paul Feyerabend: la política y el “avance” de la ciencia no son neutrales entre si (ver).


En la película se dan una serie de evidencias de las extrañas motivaciones de los “arquitectos” de la crisis; prostitución, consumo de drogas y poseer cientos de propiedades. No basta con tener un apartamento en el Central Park y una casa en Malibú; necesitan además propiedades en la Florida, en Washington, en Chicago y en las Vegas. No es suficiente un Jet Privado; el codicioso sueña con tener 5 y un helicóptero. La Cocaína es útil para trabajar días sin dormir. Y mientras tanto el riesgo se acumula sobre los trabajadores de Maquilas alrededor del mundo, que en el caso de China ganan escasos 70 dólares al mes.


Ahora, quizás tenga un sesgo economista, pero creo que las diferencias entre los seres humanos están bien justiciadas. Incluso las relacionadas al consumo material. Es difícil demostrar que exista un sistema que mejor motive la búsqueda del potencial humano que el competitivo. Son muchos los escenarios donde la competencia asigna los recursos de una manera más eficiente que cualquier otro sistema. Sin embargo creo que existe un límite entre la desigualdad razonable y la concentración absurda de riqueza. No me cabe en la cabeza que exista diferencia entre ganar 200 millones de dólares al año y 1,000. El consumo entre ambos millonarios no puede ser tan distinto. En cambio, el impacto que se genera entre quienes no tienen nada, por cuenta de 800 millones, es escalofriante.


Tal es el limite el que comprende la diferencia en el individuo vanidoso y el no-individuo codicioso. La estética y el buen gusto sin duda dan cierto sentido a la existencia de la mayoría de nosotros. Es agradable tener un buen carro o un buen abrigo para el invierno. Sin embargo, cuando el lujo se traduce en lujuria, y el magnate convierte la codicia en su única motivación corre el riesgo de ser aislado de la sociedad. Se vuelve dorado e intocable, pero me atrevería a pensar que termina reduciendo sus círculos de afectos cercanos. Pocos quieren convivir con un ser tan primario. Y lo peor, sus acciones traen desdicha para miles de quienes lo rodean.


Mafalda decía que “nadie amasa a una fortuna sin hacer harina a los demás”. Para mi resulta más anacrónica la idea de poner en riesgo todo el sentido de la individualidad por acumular una riqueza que termina por volverse obsoleta.

domingo, 10 de abril de 2011

Reforma a la educación

Como se anuncia en los medios de comunicación, la propuesta a la reforma de la ley 30 de 1992 inquietó a distintos sectores de la sociedad. La protesta es una herramienta democrática legítima y valiosa. Hay que aplaudir el civismo de los manifestantes, quienes marcharon pacíficamente haciendo sentir su opinión. En definitiva, es un ejemplo para un país donde nos dejamos “meter muchos goles” por parte de la clase dirigente.


Sin embargo, me gustaría disentir de algunas de las motivaciones de la marcha. Y para ello expongo una evidencia que a mi juicio es tajante e ilustrativa (ver).


Participación de la producción académica colombiana en el mundo y en América Latina (1996-2008)

Fuente: Lis, 2010


Basta leer un texto introductorio de macro economía para percatarse de la estrecha relación que existe ente la innovación y la prosperidad económica de un país (ver). Las ideas son el activo más grande con las que cuenta una sociedad. Los países más ricos del mundo son aquellos que aglutinan ideas y no los que amontonan recursos perecederos. Por ello, el hecho que Colombia tenga una participación cercana a 0 (línea roja) en el total de la producción académica mundial, y menor al 5% en la de la región (línea azul), debe ser más alarmante que el debate inocuo entre la educación pública y la educación privada.


Debe llamar también la atención la alta cifra de la deserción universitaria a nivel nacional, la cual colinda con resultados espeluznantes del 45% (ver). Uno de los determinantes del abandono es el costo de oportunidad que implica estudiar en institución de mala calidad (ver) la cual, con un alto de grado de certeza, transmite competencias poco útiles para el mercado laboral. El mensaje es claro: no es solo un tema de cobertura; en nuestro sistema los jóvenes no quieren estudiar.


¿Cuál es entonces el punto de defender tal status quo? ¿Resulta relevante pensar en términos de la satanizada amenaza de la privatización? En mi opinión la receta es clara: mayor inversión privada e intervención fuerte del Estado en temas de contenido, abuso de precios de matrícula y evaluación del cuerpo docente (lo cual, de hecho, es una virtud importante del proyecto de ley) entre otros. Es un debate importante y que se tiene que dar. Pero debe hablarse en los términos que son dejando a un lado mitos y argumentos políticos de vanguardia. La educación sin calidad es socialmente costosa.