jueves, 4 de julio de 2013

Sobre la enseñanza de la Economía


En los últimos meses algunos académicos  han planteado una reflexión frente a la enseñanza de la economía en Colombia (ver, ver y ver). Creo que es un debate relevante y oportuno para las llamadas sociedades en desarrollo, y que por tanto merece una mirada más aguda que la que a diario proponen los “neo-liberales” o sus detractores. Y claro que es un debate ideológico y político, como ocurre en casi toda interacción entre seres humanos. Mi punto es que aun así existen argumentos filosóficos para que los estudiantes nos quejemos de que se nos está enseñando una verdad (en el mejor de los casos) a medias. 

Todo inicia con una premisa: la conducta humana es intencionada o, por el contrario, esta determinada por una estructura. Es decir, los individuos toman decisiones con base en intuiciones, conocimientos parciales de su entorno, bajo la influencia de la interacción con otros individuos y en algunos casos para buscar fines específicos? O, por el contrario, tienden a tomar la mejor decisión posible, de forma aislada y dadas una serie de restricciones presupuestales, cognitivas y/o de información? Creo que existen argumentos para defender cualquiera de estas posturas. Por lo tanto, dicta la lógica, existen contra argumentos para responder a cada cual.   

La corriente económica dominante contemporánea tomó su decisión y se casó con una de estas opciones. El determinismo económico, del cual son presa tanto marxistas como ortodoxos, justifica el presumir un individuo racional, una lucha de clases ineludible o el triunfo/fracaso del libre mercado. La razón de ello,  justifica en parte David Warsh (ver), la tentación sublime del estrellato dentro del mundo de los científicos de “verdad”; esos que usan modelos económicos sofisticados para predecir que si una persona tiene hambre va a buscar comida. Y ello solo lo puede ofrecer la estructuración; si el ser humano reacciona siempre igual al mismo incentivo, es posible modelar su comportamiento y hacerlo predecible.

La otra cara de la moneda es estudiar al humano como un individuo que realmente toma decisiones y que lo hace en constante interacción con otros grupos o instituciones sociales. Bajo esta lógica es prácticamente imposible anticipar el comportamiento humano (al menos con tal grado de precisión), pues depende de muchos factores (e incluso intenciones) que no se pueden aislar. En este caso el atractivo científico de la economía se convierte en el preguntarse por qué?, más que en asumir un patrón de comportamiento predeterminado y buscar datos que corroboren empíricamente un modelo teórico. En este caso las matemáticas son menos útiles, lo cual debe generar suspicacias frente al porque esta mirada ha sido desechada por la mayoría de facultades de economía del planeta.

Al final, no diría que la enseñanza de la economía contemporánea es nefasta. En lo personal tuve excelentes profesores. Pero si es incompleta. Ni siquiera los economistas del comportamiento han logrado huir del todo de la estructuración (aunque ahora incluyen variables pro-sociales siguen optimizando). Y no se trata de desechar ningún enfoque. Lo ideal sería que el estudiante tuviera la oportunidad de contrastar y asumir una posición propia frente a la premisa de partida. Pero dado que es apenas entendible que las facultades de economía no puedan ofrecer un currículo completo frente a la totalidad del espectro económico, deberían ser al menos honestas frente al producto que ofrecen y dejar al lado la absurda idea de ser científicos sin juicios morales.  

sábado, 11 de mayo de 2013

¿Crisis institutional?


Hace apenas unos días IPSOS publicó la encuesta Colombia Opina 2013-1 (consultar la encuesta). Con una muestra de 1.012 colombianos, ésta hace un recorrido sobre diversos temas de la coyuntura del país. Entre algunos de sus resultados puede resaltarse que al ciudadano promedio le preocupa primordialmente el tema del desempleo, la violencia y la inseguridad, tiene una imagen relativamente negativa del presidente Santos (al menos en comparación a Julio de 2011) y tiende a no confiar en gran parte de las instituciones del Estado. Este último problema es quizás histórico, pero no por ello menos crítico.

En su libro ¿Por qué las Naciones Fallan? Los orígenes del poder, prosperidad y pobreza (citado acá), Daron Acemoglu y James Robinson afirman que en Colombia las instituciones públicas no generan suficientes incentivos para que los políticos y funcionarios públicos “… suministren servicios públicos, ley u orden (…) y no les pone suficientes restricciones para evitar que entren en pactos implícitos o explícitos con criminales”. Más aun, en un manuscrito de la Universidad de Harvard (ver), Robinson afirma que el país es el más clientelista de América Latina, y que ello se ve reflejado en su historia de elitismo político.    

Tabla 1
Fuente: IPSOS, 2013

Este tipo de análisis académicos dan pistas sobre algunos de los resultados de la encuesta, en especial los consignados en la Tabla 1. En resumen, casi 2 terceras partes de la población no confía en lo público, la institución nacional con un mayor grado de reconocimiento es de corte militar y la que menos confianza genera a los colombianos es aquella que paradójicamente debería simbolizar democracia, inclusión y representación: el Congreso de la República. El hecho que solo el 37% de quienes opinan crean en los organismos de control debe suscitar también indignación; si no confiamos en quienes salvaguardan los recursos y la disciplina, cómo combatir de manera eficiente el clientelismo y la corrupción?  Cabe resaltar, como lo muestra el mismo documento, que estas tendencias tienen algo de persistencia en el tiempo y por ende tienen explicaciones de orden estructural (salvo el caso del Presidente).  

Los medios de comunicación tienen, por su parte, una posición relativamente privilegiada (un nivel de confianza del 50%). La cara positiva de este dato puede relacionarse al famoso argumento de Amartya Sen de cómo la prensa libre fue un actor determinante para combatir y acabar con la hambruna en India a mediados del siglo pasado (ver). Pese a ello, en Colombia los grandes grupos periodísticos (que de paso financian la encuesta de IPSOS) han mostrado ser vulnerables al coqueteo de grandes emporios económicos (ver), hecho que no solo pone en duda su parcialidad, sino su capacidad para develar y denunciar con igual vehemencia grandes escándalos públicos de la vida nacional.

Invitaría a los teóricos a que nos ayuden a entender mejor este panorama. A mi en lo personal me genera un gran desasón. Siento que vivo en un país en donde es díficil confiar en los demás. Y es cuando me pregunto: ¿de qué sirve la prosperidad económica (ver), si ella no viene acompañada de la posibilidad de una sociedad más cohesionada? A mi modo de ver, sin confianza no hay nada. 

lunes, 25 de marzo de 2013

Hippie… neo-liberal?

Dentro del mundo de las Ciencias Sociales los académicos suelen valerse de apelativos, en casos peyorativos, bien sea para posicionar su campo o para desprestigiar el trabajo de sus colegas de otras disciplinas. En mi experiencia personal, en la cual he tenido la oportunidad de hacer parte de facultades ortodoxas y más sui-generis, es común el ataque entre los llamados “mainstream” y la “heteredoxia”. Y es apenas razonable; cada cual está compitiendo por recursos de investigación escasos.

Sin embargo, cuando estas disciplinas se unen para estudiar el tema del Desarrollo, dichos debates se vuelven irrelevantes e incluso contradictorios. De acuerdo a Summer & Tribe (2008) los Estudios sobre el Desarrollo (ED) deben ser concebidos como un cuerpo de conocimiento orientado a resolver problemas sociales. Bajo esta óptica, la cual es por naturaleza interdisciplinaria, parecería que el aporte de antropólogos, sociólogos, economistas y politólogos es necesario y deseable. No obstante, el éxito en la interacción entre disciplinas – es decir, para evitar las confrontaciones académicas – depende de una filosofía del conocimiento que logre superar el dualismo entre “neo-liberales” y “mochileros”.

De acuerdo a la escuela del Realismo Crítico, la cual nace de los escritos de Roy Bhaskar en los años 70, dicho debate puede resolverse con un enfoque ontológico (es decir, de una definición general de cómo funciona el mundo) alternativo al propuesto por los extremos del positivismo o el relativismo: la existencia de leyes naturales, que son perceptibles y cuantificables, frente a la visión de que toda noción de la realidad es producto de una construcción social. Los realistas críticos sostienen que este es un debate más que todo ideológico (Scott & Usher, 2011) que termina defendiendo una metodología (la econometría vs la investigación participativa) más que la búsqueda de respuestas útiles a realidades sociales concretas.

La ontología del Realismo Crítico reafirma, por ende, la incongruencia de esta dualidad. De un lado, reconoce la existencia de una realidad a pesar de que no podamos experimentarla. Este es claramente un punto intermedio entre el positivismo y su pretensión de conocimiento absoluto, y el relativismo, en tanto reconoce la imposibilidad de generar una gran Teoría General. Dentro de tal lógica, los realistas críticos señalan que el mundo se divide en capas, en donde la interacción entre mecanismos al interior de cada una de ellas produce los eventos que se observan en capas superiores. La dificultad en el estudio de las ciencias sociales, afirman, es la multiplicidad de interacciones que operan por debajo de las experiencias humanas. Con ello abren la posibilidad de identificar relaciones causa-efecto (objetivo del positivismo), pero reconocen la inmensa complejidad detrás de esta tarea (crítica del relativismo).

Todo este marco conceptual revierte en el uso de métodos de investigación. De acuerdo a Wendy Olsen (2010), la ontología del Realismo Crítico coincide con una visión donde las interpretaciones (o construcciones) humanas inciden en la forma en que los individuos interactúan y toman decisiones. Por lo tanto, la estadística por si sola resulta insuficiente para capturar por completo cuales son los mecanismos que generan resultados sociales. Sin embargo la econometría puede ser útil para hacer observaciones empíricas que nos den pistas sobre el tipo de relaciones sociales (basadas en expectativas e interpretaciones) que debemos estudiar para poder proponer teorías explicativas. En consecuencia los métodos cuantitativos y cualitativos se complementan, en tanto pueden aportar información importante para explicar (o darnos una idea de) las diferentes capas de la superestructura a la que llamamos realidad.

A mi modo de ver, la conclusión de esta lectura del Realismo Crítico debe inspirar la noción de un falso dualismo entre las disciplinas sociales. La noción de que cada académico aporta desde su campo una visión importante para resolver un problema social, debe convertirse en una razón para fortalecer el diálogo entre las facultades de humanidades. La ortodoxia y la heterodoxia pueden ser caras de una misma moneda, y en la medida que cada una reconozca que tiene importantes grados de (im)perfección, será posible plantear un diálogo más fructífero en torno al Desarrollo.


Referencias

Olsen, W., 2010. Realist Methodology: A Review. In: In Realist Methodology Volume 1. London: Sage.

Scott, D. & Usher, R., 2011. Researching Education. Data, methods and theory in educational enquiry. 2 ed. London - New York: Continuum International Publishing Group .

Summer, A. & Tribe, M., 2008. International Development Studies: Theories and Methods in Research and Practice. Sage ed. Los Angeles, London and New Dehli: s.n.