viernes, 19 de septiembre de 2014

Carta a Diana Calderón

Diana Calderón
Directora, Hora 20
Caracol Radio 

Estimada Diana


Le escribo con algo de arrebato, lo confieso. Pero también con desolación y tristeza. Acabo de oír la discusión del panel que convocó en Hora 20  luego del debate sobre Paramilitarismo celebrado en el Congreso de la República (oír). Por cuestiones de trabajo – me encuentro en municipios del sur de Atlántico haciendo una investigación a profundidad sobre el sector educativo – no logré sintonizar la transmisión en vivo. Sin embargo, si pude dedicar un par de horas para oír con atención las previas intervenciones de los senadores Iván Cepeda y Álvaro Uribe Vélez. Mi sentimiento de desilusión, que sin duda se explica en parte por el resultado tan pintoresco del evento, se refuerza por lo vaga, superficial e incluso insultante (debo decir) que fue la emisión de su programa del 17 de Septiembre.  

Inicio diciendo que me declaro un admirador de su trabajo. Hora 20 es sin duda una institución que se distingue por presentar, de forma aguda y equilibrada, opiniones informadas sobre diversos tema de índole nacional e internacional. Infortunadamente este no fue el caso.  Además de que el panel de aquella noche se caracterizó por una representación casi unánime de simpatizantes del uribismo – y que la única persona que se declara no uribista afirmó que no vio las intervenciones en el Congreso – su grupo de distinguidos invitados, entre quienes se encontraban un ex senador, un ex viceministro de defensa y un senador de la república en ejercicio, se dedicó a desprestigiar cualquier posición crítica respecto al debate. Lo anterior, tras reducir todo lo discutido sobre el antiguo primer mandatario a una amalgama de “refritos”, “pruebas decontextualizadas” y "revanchismo político" del acusante. Permítame, brevemente, exponer mis argumentos.

Por un lado, la posición de los panelistas contrasta con la de uno de los medios de comunicación que ha demostrado seriedad y diligencia en la investigación periodística que le reporta a los colombianos. De acuerdo al balance publicado por la Silla Vacía “Aunque la mayor parte de [los] datos [de Cepeda] ya habían salido a la luz pública en algún momento, él logró ponerlos todos juntos y mostrar una foto que sería escandalosa en cualquier país. Pero no mostró una prueba reina que cambiara de forma drástica la percepción que sobre él tienen sus seguidores o detractores” (ver). Aunque se reitera que el Senador ponente no logró la contundencia que buscaba, esto es muy diferente a desconocer de tajo todo mérito de su exposición. Pero claro, como la mayoría de sus invitados parecía estar en plena campaña política, era ingenuo esperar una opinión más equilibrada al respecto.

A lo anterior sumaría la exigua alusión que se hizo durante su programa a dos hechos que, al menos entre allegados – y también según se resaltó por el portal de la Silla Vacía (ver)-, generó suspicacia: la retirada de la mayoría de la bancada uribista en los momentos de la intervención del ponente y el tono anecdótico y pendenciero del senador Uribe. Lo anterior era quizás de esperarse. Pero eso no deja de ser insultante para un país que espera respuestas de un mandatario que tiene 27 denuncias por presuntos vínculos con el paramilitarismo (ver) y que, en su momento, fue respaldado ampliamente por un congreso de cuyas 35% curules ocupadas por parapolíticos, la totalidad pertenecía a la coalición de su gobierno (ver). Para sus panelistas eso parece un chiste; un chisme gestado por un senador resentido y obsesionado por ver al senador Uribe tras las rejas. Al menos para mí resulta denigrante que una nación tenga que tolerar la condescendencia de un líder que responde a acusaciones serias con salidas tan irrisorias como la de que “hackearía su corazón, mientras los voceros de opinión se lo celebran. 

Finalmente, sus invitados se jactaron de ser amplios y viejos conocedores de los argumentos esbozados. A partir de ello insistieron que el debate se basó en temas reciclados y que, por ende, restó tiempo y espacio para debatir los problemas importantes del país: la educación, la salud, la infraestructura. Yo les respondería que fueran menos petulantes y más asertivos. De un lado, porque para la mayoría del los colombianos, sea por omisión o falta de información, la claridad del tema es ínfima. Acepto que no me decido a afirmar si el Congreso es el espacio ideal para hablarlo, pero dadas las circunstancias parecería un “mal necesario”. A su vez, porque la visión modernista de que la ciudadanía debe esperar que sus líderes piensen en su bienestar esta cada vez más mandada a recoger. Más en un país con una clase dirigente tan cuestionada y que, según académicos que parecen tener una lectura menos politizada de la historia (ver), difícilmente conquistara metas sociales sin primero debatir abiertamente la forma en que quiere ser gobernado.

Cierro entonces con dos reflexiones. La primera es reconocer que el debate en el Congreso tuvo desde el comienzo una intención política, y que por ende lo deseable sería que se verificará la información de parte y parte antes de seguir profundizando en la discusión. Me suscribo a la templanza del Senador Antonio Navarro Wolf al afirmar que acá todos tenemos rabo de paja (ver). La segunda es un cuestionamiento a la forma en que nuestros líderes (políticos y de opinión) nos tiene contaminada la imaginación, la mente y el criterio. Y por eso mi angustia estimada Diana; creo que es muy importante abrir más los espacios de programas como el suyo a opiniones renovadas y menos comprometidas.

Cordial Saludo

Juan David Parra

Ciudadano

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