La
reciente polémica sobre las llamadas Viviendas
de Interés Social VIP ha desatado todo tipo de opiniones y (des)encantos.
Este es un tema que, como muchos que plantea Gustavo Petro, logran desenterrar
las pasiones viscerales de la gente. Hay quienes sostienen incluso – y, pienso
yo, encarnando su propia pasión – que el anterior es tan solo un discurso de la
alcaldía de Bogotá para “provocar una pelea entre ricos y pobres” (ver).
Llevado a un espectro político, alguien diría que queda un evidencia un nuevo
enfrentamiento entre la derecha y la izquierda de la ciudad.
Aprovecho
este contexto para hacer una reflexión sobre dos conceptos que rigen gran parte
nuestra vida democrática, pero que son un foco poco privilegiado de nuestras
conversaciones políticas. Me preguntaría: ¿Qué
es ser de derecha?¿Qué es ser de izquierda? ¿Existe una clara distinción entre ambos
posiciones del espectro ideológico? Estos parecen ser interrogantes
necesarios y vigentes, sobre todo para quienes vivimos en sociedades tan polarizadas
(ver, por ejemplo, acá,
acá
y acá).
Y es que en ocasiones las diferencias son irreconciliables, al punto que las
discusiones sobre política terminan reducidas a alusiones torpes y anacrónicas
del tipo Fascista!, Comunista!, Nazi!, Capitalista!, Paramilitar!, Guerrillero!
Empiezo
por preguntarme: ¿Será un tema de tipo de gobierno? ¿La distinción se
circunscribe a un modelo económico? Desde luego diferentes regímenes políticos se
identifican con ideologías particulares. Sin embargo, las experiencias
alrededor del mundo muestran que estas dimensiones no resuelven del todo nuestros
interrogantes. Por ejemplo, los miembros del Partido Republicano en Estados
Unidos tienden a se identificados como políticos de derecha, al tiempo que defienden
principios de libertad de mercado propios de una tradición de la economía
clásica liberal (una izquierda moderada). Similar es el caso del conservatismo
colombiano o el gobierno de Evo Morales en Bolivia, que si bien se rigen por
visiones encontradas sobre el capitalismo, ambos han mostrado imponer
obstáculos a los derechos de comunidades LGBTI. Visto así, parecería que se
puede tender a la derecha en lo político y a la izquierda en lo económico (y
vice-versa).
Las
intenciones de un gobierno – al menos desde su discurso- no parecen ser tampoco un
factor distintivo entre un régimen de izquierda y uno de derecha. Por ejemplo, A.
Hitler escribía que "el deber de la política es el de llevar a cabo la lucha de
la gente por sobrevivir". Por su parte, J. Stalin, se preguntaba cómo "debe
organizarse [una sociedad] (…) si se toman en cuentas los intereses de la
mayoría". Es decir, ambos líderes, equivocados o no, y al menos en teoría,
sustentaron su ideología política en la búsqueda de la prosperidad de su
respectiva nación. En últimas, ambas agendas (tanto de derecha como de
izquierda) incluyen visiones particulares del progreso, la justicia y del bien
común.
En
medio de tal confusión, una fuente interesante para (empezar a ) resolver la disyuntiva
es el libro Norberto Bobbio -Derecha e
Izquierda- el cual presenta una indagación histórica sobre el tema. Su
recorrido se ve iluminado, en particular, por los escritos de Nietzche y
Rousseau, quienes, a su juicio, enarcan la máxima expresión de cada postura
(respectivamente). A partir de ello, concluye Bobbio, desde la derecha "los
hombres son por naturaleza desiguales (…) y sólo la sociedad con su moral de
rebaño, con su religión de compasión y resignación, los ha convertido en
iguales". Por su parte, desde la izquierda "los hombres han nacido iguales,
pero la sociedad (…) que se sobrepone lentamente al estado de la naturaleza a
través del desarrollo de las artes, los ha convertido en desiguales". Es decir:
"La derecha está más dispuesta
a aceptar lo que es natural, y aquella segunda naturaleza que es la costumbre,
la tradición, la fuerza del pasado. El artificialismo de la izquierda no se
rinde ni siquiera frente a las patentes desigualdades naturales, las que no se
pueden atribuir a la sociedad: piénsese en la liberación de los locos del
manicomio. Al lado de la naturaleza madrastra está también la sociedad
madrastra. Pero desde la izquierda se tiende generalmente a considerar que el
hombre es capaz de corregir tanto la una como la otra"
Lo
anterior contribuye a dar claridad a preguntas relacionadas a la composición
política de nuestras sociedades. Desde tal óptica es apenas previsible, por
ejemplo, que las personas adineradas tiendan a ser de derecha, por tanto,
tienen incentivos claros de legitimar su posición social a partir de una noción
de lo que es naturalmente justo (ej. el mundo es así!!). Lo anterior puede
también entenderse desde la visión de quién ha nacido en ambientes donde el
esfuerzo tiene tasas de retorno y, por tanto, donde es posible pensar que el
mérito y las capacidades personales son en si los mayores catalizadores de la
movilidad social. La izquierda, por su
parte, parecería concentrarse entre individuos y grupos sociales con escenarios
de vida adversos y llenos de frustración.
Lo
anterior, no obstante, implicaría naturalizar
la conciencia de la gente. Sin embargo, a pesar de que tal descripción puede
ser válida en contextos como el latinoamericano, es fácilmente desafiada por la experiencia de países europeos donde los pensamientos
de derecha e izquierda están equilibrados bajo el amparo de otras fuerzas
sociales. Y visto así, aprovecharía para decir que me declaro abiertamente de
izquierda. Soy de izquierda, pero no porque crea en la superioridad
incuestionable de lo público, subvalore el emprendimiento y la creatividad como
grandes oportunidades que abren espacios como el libre mercado, ni mucho menos
porque justifique ningún tipo de lucha armada. Soy de izquierda porque creo
profundamente que el ser humano es capaz de sentir, de reflexionar, de
repensarse, de compadecer la tragedia y de aplaudir el merito. Soy de
izquierda porque creo que es necesario huir del cruel y desesperanzador destino al que nos sentencia la idea de que existe un orden natural de las
cosas.
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