Señor Alcalde
No le pedí ningún regalo de Navidad porque no soy religioso y por
tanto no celebro esa fecha. Prefiero expresarle un deseo de año nuevo, pues
aunque esta celebración también se encuentra encriptado en un ritual Católico,
tiene un significado que es universalmente relacionado con un nuevo comienzo.
Quisiera, junto a miles de ciudadanos del planeta, tener un año mejor.
En la actualidad, y por motivos de estudio, vivo en Holanda. Viajé
en Enero de 2013 y pienso estar allá unos años más. Por esta razón algunas
personas creen que he perdido la autoridad moral de hablar de Bogotá. Dicen que
no la vivo, la sufro o la siento. La verdad, que piensen lo que quieran. No soy
un exiliado. Tengo mis motivos personales para estar afuera y no debo
explicaciones a nadie. Opino como un ciudadano más quién sufre y celebra los
vaivenes de la ciudad.
Han sido pocas semanas en la capital desde mi llegada por motivo
de vacaciones de fin de año. Sin embargo, los medios de comunicación virtuales
me han logrado mantener actualizado sobre las dinámicas políticas y sociales de
la ciudad. Se que Bogotá ha sido catalogada dentro de las metrópolis más
costosas del planeta y que se encuentra situada dentro de las que tienen uno de
los peores niveles de vida de América Latina. A pesar de que a usted lo han
invitado a Harvard y le han dado premios ambientales, la contaminación y la
congestión agreden a diario al ciudadano. El Sistema Integrado de Transporte ha
mostrado algunos avances, pero aún dista de ofrecer una alternativa de
movilidad digna y eficiente para los bogotanos.
De momento no me voy a concentrar en sus logros, pues el motivo de
mi carta no es hacerle campaña política. Tampoco voy a juzgar su alcaldía. No
me interesa aplaudir sus hazañas ni señalar sus deficiencias. Creo que, como
todos los alcaldes, usted ha tenido aciertos y desaciertos. Que sea su equipo
de expertos el que haga ese balance para que se tomen buenas decisiones de
política pública. Dejo claro, sin embargo, que no creo que usted sea
responsable de los males estructurales que agobian la ciudad. Y esto no excusa
del todo sus posibles fallas como gobernante, más si le da contexto a su
gobierno. Tiene muchos retos por
delante.
Parte de la razón que me llevó a escribir esta carta fue la
reciente lectura del trabajo periodístico de Felipe Romero: “El Cartel de La
Contratación. La Historia no Revelada”, evento en el que usted se convirtió en
protagonista por las denuncias hechas frente a la malversación de recursos
públicos bajo el mandato del ex Alcalde Samuel Moreno Rojas. Creo que todos los
bogotanos deberían leer este libro no solo para no olvidar, sino para crear
conciencia de la posibilidad y la incidencia de la “mafia” extractiva en la
ciudad más grande del País. Debo decir que el relato de Romero me deprimió. La
indiferencia generalizada me entristece. La generalización del discurso
izquierda vs derecha (cuando es claro que el saqueo de la capital fue
orquestado desde un frente político ambidiestro) me genera un gran desazón.
Mientras que la ciudadanía se polariza
entre comunistas y godos, ellos concentran, extraen, destruyen y se jactan de
nuestra estupidez colectiva.
Mi deseo de fin de año, señor Alcalde, es que no abandone su lucha
por la democracia de la ciudad. Y no me refiero simplemente a un régimen
electoral; hablo de la distribución equitativa del poder político en una
sociedad. Mientras no se profundice la democracia es difícil hablar de una
ciudad prospera y boyante como muchos lo imaginan. Si algo debemos de aprender
de los recientes escándalos de nuestra vida nacional (entre ellos el
paralimitarismo y el saqueo de Bogotá) es que es necesario hablar primero de
política antes de pensar en proyectos de desarrollo económico. Si no somos
explícitos en el debate de cómo nos queremos gobernar o quienes queremos que
nos gobiernen, es difícil hablar de la efectividad de una política pública. Mientras
el Estado sea para pocos hasta los más sofisticados modelos económicos están
condenados al fracaso.
Aplaudo, por ende, su labor de denuncia. Es difícil gobernar para
las mayorías cuando una ciudad está políticamente concebida para las minorías.
Es imposible, por ejemplo, pensar en un sistema integrado de transporte
eficiente cuando los dueños de los operadores de Transmilenio no se quieren integrar
(ver).
Es imposible pensar en esquemas de recolección de basuras eficientes, pero
sobre todo equitativos, justos y ejemplarizantes, cuando algunos de sus grandes
empresarios han tenido relaciones abiertas no solo con los grupos que más han
violado los derechos humanos en este país (ver,
ver y ver),
sino con responsables directos del saqueo de Bogotá (ver).
Frente a este último punto, Felipe Romero nos recuerda que William Vélez, dueño de la compañía Aseo Técnico de la Sabana
(ATESA) y denominado Rey de las
concesiones (ver),
fue uno de los más grandes contribuyentes a la campaña de Samuel Moreno Rojas
(p. 52).
Nada de esto es secundario. Insisto en que si no se develan los
intereses de los actores que dominan la ciudad, es muy difícil pensar en
políticas que beneficien a las mayorías. Le pido, sin embargo, que sea más inteligente
en la forma en que emprende su lucha. Sería importante, por ejemplo, que cambie
su lenguaje. Para muchos su discurso suena anticuado. Si bien creo que tiene
poco de anacrónico hablar de elitismo en un país con un coeficiente Gini de
tierras que supera el 0.9, que ostenta el rótulo de uno de las naciones mas
inequitativos del planeta, y para el cual existen pruebas fehacientes de cómo
las familias que gobiernan tienden a reproducirse y a favorecer el clientelismo
en todas las esferas del poder (ver,
ver
y ver),
vivimos en medio de una ciudadanía que le teme a cualquier manifestación (o
sensación) de populismo (sobre todo de izquierda). Sea más inteligente señor Alcalde: utilice su
gran capacidad como político para educar a la gente en lugar de asustarla.
Le pediría también que emprenda su lucha, en lo posible, dentro
del marco de la ley y las reglas de juego que nos definen como sociedad. Dejo
abierta la posibilidad de desacato no para justificar una conducta anárquica,
ni tampoco el uso de la Ley al antojo de cada quién. El sometimiento a la
justicia y a nuestros códigos de conducta genera confianza y credibilidad. Sin
embargo, dado el elitismo del país es posible pensar que las leyes no siempre
sean justas o que, por ejemplo, estén diseñadas para imponer obstáculos para
que nuevos grupos accedan poder. Es necesario, por ende, obrar con
inteligencia. Concretamente le pediría que siga su lucha por ser restituido a
su cargo, en tanto fue una decisión injusta y desmedida. No obstante, le pediría
también que se someta a un eventual referendo revocatorio (claro, si éste está
debidamente concebida bajo el marco de la Ley), para demostrar a la ciudadanía
que esta dispuesto a abandonar la alcaldía solo si la mayoría de los
ciudadanos realmente se lo pide.
Vivimos un momento histórico en Bogotá. Muchos cruzamos los dedos
para que el 10 de Enero la ciudadanía le demuestre al Estado que esta cansada
de los abusos de poder de las clases dominantes. Usted ha sido gran gestor de
esta iniciativa, la cual aplaudo y apoyo con vehemencia pues me niego a pensar
que sea normal vivir en una sociedad que segrega las diferencias, que condena
la diversidad sexual y que se opone a los derechos sexuales y reproductivos de
la mujer. Más del 60% de los bogotanos votan contra los abusos del Procurador (ver),
quien representa esta mentalidad retrograda de la que nos queremos librar. Le
pediría, por ende, que aproveche esta oportunidad para buscar cambios que
trasciendan su ego personal y su revanchismo político. Sea un ejemplo para esta
sociedad confundida. Está en juego algo más importante que su alcaldía. En este
momento los huecos en las calles, los trancones y las basuras se convierten en
problemas de segundo orden. Y no porque no sean todos puntos críticos para
conquistar metas de bienestar social. El punto, creo que yo, es que si no
cambiamos la forma en que se gobierna este país (ver),
difícilmente podremos soñar con una ciudad amigable y favorable para la mayoría
de sus habitantes.
Cordial saludo