Hace apenas unos días IPSOS publicó la encuesta Colombia Opina 2013-1 (consultar la encuesta).
Con una muestra de 1.012 colombianos, ésta hace un recorrido sobre diversos
temas de la coyuntura del país. Entre algunos de sus resultados puede
resaltarse que al ciudadano promedio le preocupa primordialmente el tema del
desempleo, la violencia y la inseguridad, tiene una imagen relativamente
negativa del presidente Santos (al menos en comparación a Julio de 2011) y
tiende a no confiar en gran parte de las instituciones del Estado. Este último
problema es quizás histórico, pero no por ello menos crítico.
En su libro ¿Por qué las Naciones
Fallan? Los orígenes del poder, prosperidad y pobreza (citado acá),
Daron Acemoglu y James Robinson afirman que en Colombia las instituciones
públicas no generan suficientes incentivos para que los políticos y
funcionarios públicos “… suministren servicios públicos, ley u orden (…) y no
les pone suficientes restricciones para evitar que entren en pactos implícitos
o explícitos con criminales”. Más aun, en un manuscrito de la Universidad de
Harvard (ver),
Robinson afirma que el país es el más clientelista de América Latina, y que
ello se ve reflejado en su historia de elitismo político.
Tabla 1
Fuente: IPSOS, 2013
Este tipo de análisis académicos dan pistas sobre algunos de los
resultados de la encuesta, en especial los consignados en la Tabla 1. En
resumen, casi 2 terceras partes de la población no confía en lo
público, la institución nacional con un mayor grado de reconocimiento es de
corte militar y la que menos confianza genera a los colombianos es aquella que
paradójicamente debería simbolizar democracia, inclusión y representación: el
Congreso de la República. El hecho que solo el 37% de quienes opinan crean en
los organismos de control debe suscitar también indignación; si no confiamos en
quienes salvaguardan los recursos y la disciplina, cómo combatir de manera
eficiente el clientelismo y la corrupción?
Cabe resaltar, como lo muestra el mismo documento, que estas tendencias
tienen algo de persistencia en el tiempo y por ende tienen explicaciones de
orden estructural (salvo el caso del Presidente).
Los medios de comunicación tienen, por su parte, una posición
relativamente privilegiada (un nivel de confianza del 50%). La cara positiva de
este dato puede relacionarse al famoso argumento de Amartya Sen de cómo la
prensa libre fue un actor determinante para combatir y acabar con la hambruna
en India a mediados del siglo pasado (ver).
Pese a ello, en Colombia los grandes grupos periodísticos (que de paso
financian la encuesta de IPSOS) han mostrado ser vulnerables al coqueteo de grandes
emporios económicos (ver),
hecho que no solo pone en duda su parcialidad, sino su capacidad para develar y
denunciar con igual vehemencia grandes escándalos públicos de la vida nacional.
Invitaría a los teóricos a que nos ayuden
a entender mejor este panorama. A mi en lo personal me genera un gran desasón.
Siento que vivo en un país en donde es díficil confiar en los demás. Y es
cuando me pregunto: ¿de qué sirve la prosperidad económica (ver),
si ella no viene acompañada de la posibilidad de una sociedad más cohesionada?
A mi modo de ver, sin confianza no hay nada.