El Teorema del Votante Mediano es una de las herramientas de análisis básicas de la Teoría de la Elección Pública. Una de sus predicciones es que en regímenes bipartidistas de votación los políticos tienden a situarse en puntos similares del espectro electoral: la preferencia del votante de toda la mitad (es decir, tienden a parecerse mucho). Al repasar una simple ilustración numérica la conclusión se vuelve apremiante; ésta es una conducta racional, en tanto no hacerlo implicaría perder la elección. A fin de cuentas, la racionalidad del político es maximizar su probabilidad de ganar una contienda electoral.
Esta puede ser una forma de comprender la aceptación de los agasajos del uribismo por parte de Enrique Peñalosa, e incluso de Lucho Garzón: el “cálculo” racional (aunque no tengamos un régimen bipartidista, la última campaña presidencial podría anunciar un oligopolio de las votaciones nacionales en dos partidos: La U y el Partido Verde). En medio de una sociedad con claras preferencias pro-uribistas, lo sensato parecería no darle la espalda a esa gran mayoría. Algunos dicen que de nada valen las buenas intenciones sino se cuenta con el poder de ejecutarlas y bajo tal consigna aplauden la coalición. Son todos unos mezquinos.
Tras una entrevista que concedieron Sergio Fajardo y Antanas Mockus a Caracol Radio (oír) muchas cosas quedaron claras. El primero está cansado del desgaste del Partido Verde en lo que considera un tema exclusivamente bogotano. El segundo, por su parte, expresa la gran inconveniencia para la colectividad de no dar a tal debate la trascendencia pertinente: están en riesgo los estamentos fundacionales del movimiento que, así hubiese sido por un instante, trajo consigo un mensaje de renovación, progresista.
Ahora, ingenuos también seríamos si pensáramos que Antanas Mockus no tenga intenciones o “celos” electorales. Es normal; él se transformó en político y el político busca ser elegido. En todo caso, su discurso de disidencia es mucho más coherente que el de sus copartidarios mezquinos (de los cuales, valga la aclaración, no incluyo a Fajardo). Puede que el ex alcalde de Medellín tenga razón: no todos los uribistas son corruptos. Pero sí se debe tener cierta flexibilidad moral para autodenominarse defensores de las ideas (y/o medios) del uribismo, las cuales, no solo por obra de la semántica de sus opositores, sino incluso por jurisprudencia de diferentes entes judiciales, tienen en la cárcel a varios de sus ejecutores. Unirse a un movimiento de tal precedencia puede no implicar (al menos de entrada) ilegalidad. Pero definitivamente viola principios verdes.
Y por ello me gustaría transmitir algunos mensajes. A Mockus, que apoyo plenamente su posición. El fin no justifica los medios. A Fajardo, que aplaudo su ímpetu por seguir trabajando. Pero aconsejo que tenga cuidado. O que le pregunte a muchos de los ex funcionarios del gobierno que hoy están en la cárcel por haber tenido buenas intenciones (desconociendo el panorama macro de sus acciones); es muy importante tener claros los principios doctrinales. A los de la U, que se escuden más en la Unidad y menos en el Uribismo. Por estos días éste segundo trae cierta deshonra. Y a los mezquinos, que ser verdes puede ser también racional: en tiempos de escándalos el acercarse al uribismo solo les roba votos de su base electoral.